viernes, 5 de junio de 2009

El Certificado


El obtener el certificado de discapacidad significa para muchos la gran tarea de reconocer que nuestro hijo es discapacitado. Listo. No mas dudas, no mas "tal vez, pero es solo un poquito discapacitado". Ya no más engaños ni mentiritas a medias. Es oficial. Figura en un papel con sello de Estado.

Para el, sin embargo, no representa ningún cambio aparente. No necesita el certificado para presentarlo frente a sus amigos, ni para jugar, ni para ir al cine, ni para ir al colegio. Su maestra no se lo pide en ningún momento. Tampoco los chicos con los que juega en los recreos lo excluyen por “su certificado”. Cuando el sea adulto, tampoco significará mucho mas que una herramienta para obtener los beneficios que le corresponden por derecho. Un tratamiento para su enfermedad, una obra social que lo contenga, una posibilidad de obtener un trabajo digno.

Son miles las personas que tienen un certificado de discapacidad y sin embargo no se preguntan si esto es un estigma para su vida. No van por la calle mostrando su certificado. Es más, ¡cuantas personas conocemos que lo sacan ante la minima incapacidad para obtener los beneficios!

¿No seremos nosotros, los padres, los que nos hacemos tanto problema con este papel porque en realidad es el hecho de enfrentar lo inevitable lo que nos llena de mortificación? ¿No será este solo un conflicto nuestro con aquello que no fue y que definitivamente no va a ser nunca? ¿No será que no queremos enfrentarnos a un nuevo duelo? El primero fue el diagnostico, el segundo el certificado.

Es solo eso. Un certificado. Que te garantiza que tu hijo pueda tener el tratamiento que precisa sin importar cuanto pesa tu cuenta bancaria.
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